Así empieza el libro que estoy leyendo del entrenador de Rafa Nadal:
NOSOTROS Y NUESTRAS CIRCUNSTANCIAS
Todo el trabajo realizado hasta el día de hoy está enmarcado, y profundamente marcado, por la historia personal de Rafael y por la mía. Nuestra historia es, en realidad, la suma de dos ambiciones distintas aunque complementarias que se han forjado de forma paralela. Por una parte, está la aspiración de Rafael, un niño que desde muy pequeño supo que su pasión era el deporte, y su sueño, dedicarse profesionalmente a él. Y por otra, está la mía, la de un entrenador de un pequeño club de cinco pistas, en Manacor, con una clara vocación por la instrucción deportiva. El deporte formó desde siempre parte muy importante de los juegos de mi sobrino y de su forma de relacionarse con el mundo. Fue, y ha sido siempre, su máxima diversión y el motivo de una forma apasionada de entender la vida. Yo creo que quien le ha transmitido más esa pasión por el deporte, aún a día de hoy, es su padre, Sebastián. De los cinco hermanos que somos es quizás el que menos lo ha practicado pero debe de ser el que lo ha vivido y lo sigue viviendo más intensamente. Y esa intensidad la ha heredado, como mínimo en la misma medida, mi sobrino.
El penúltimo de mis hermanos, Miguel Angel, fue futbolista profesional en el FC Barcelona, en el RCD Mallorca y en la Selección Española. Mis otros dos hermanos, Rafael y Marilén, son también unos buenos aficionados al deporte; el primero jugó al fútbol en segunda B y en edades deportivas casi a diario, y la segunda juega al tenis desde siempre y compite en todos los torneos para veteranos que se organizan en nuestras islas son parte de la vida cotidiana de Rafael desde el día en que nació.
Yo no era un mal deportista. Tenía cierta facilidad e interés por todos los deportes en general. Competí en disciplinas tan distintas como el ping-pong, la natación, el ajedrez, hasta que finalmente descubrí el tenis. Gané campeonatos en todas estas disciplinas, a nivel local y regional. Creo que no tenía malas aptitudes físicas, pero sobre todo he tenido desde siempre algo que me ayudó, en mi modesta medida, y que he intentado aplicar después en la enseñanza del tenis: entender el deporte como algo simple. Me acostumbré a adaptar las mismas deducciones sencillas a cualquier disciplina de las que practicaba. Empecé a jugar al tenis relativamente tarde, sobre los catorce años, A los dieciséis, después de que le contaran a mi padre que tenía aptitudes para el deporte de la raqueta, me fui a Barcelona para acabar los dos últimos cursos del bachillerato y entrenar en el Tenis Club Barcelona.
